martes, 2 de septiembre de 2008

¿Es la inflación la batalla correcta?

J. Bradford DeLong

Es profesor de Economía en la Universidad de California, en Berkeley, y ha ocupado el cargo de secretario asistente del Tesoro de los Estados Unidos

BERKELEY – La Reserva Federal y otros bancos centrales están sufriendo presiones desde dos direcciones estos días: desde la izquierda, reciben presiones de hacer algo para expandir la demanda y mantener bajo el desempleo global; desde la derecha, los presionan para contraer la demanda y así poner rienda a la inflación.

Se trata de una situación que llama a que ocurran problemas, ya que uno de los dos diagnósticos debe de estar equivocado. Si los bancos centrales del mundo elevan los tipos de interés mientras el problema principal es una demanda global insuficiente, pueden causar una depresión. Si no elevan los tipos de interés cuando el problema principal es la inflación, pueden causar alzas en los precios, aumentando las expectativas inflacionarias y una terca espiral de precios y salarios como la de los años 70, que se puede detener sólo con una depresión posterior más profunda.

Creo que la izquierda está en lo correcto –esta vez– en el núcleo noratlántico postindustrial de la economía global. Las cifras inflacionarias anunciadas son el único indicador de que el aumento de la inflación es un problema, o incluso una realidad. El índice de Costo del Empleo Estadounidense y otros indicadores de salarios nominales de los países desarrollados no muestran una aceleración del cambio. Y las medidas de "inflación dura" tampoco muestran signos de acelerar la inflación.

Estados Unidos vive una crisis financiera causada por las pérdidas hipotecarias que, con una política monetaria ordinaria, generaría una depresión o una grave recesión. En tiempos normales, la respuesta de la Reserva Federal –un estímulo extremadamente monetario– sería altamente inflacionaria. Pero estos no son tiempos normales. De hecho, la política monetaria de la Reserva Federal no ha sido suficiente para evitar una recesión en EE.UU., aunque la ha mantenido en un estado tan moderado que muchos dudan si pude calificarse como una bestia real.

La respuesta del Banco Central Europeo ha sido análoga a la de la Fed, pero menos forzosa, con una política monetaria más laxa de lo que se podría pensar que es apropiado considerando el índice de inflación anunciada. Y, también en Europa Occidental, ahora el PGB está disminuyendo.
En pocas palabras, los principales bancos centrales del Atlántico han respondido a la crisis financiera, pero no han sobrerreaccionado. Incluso con sus inyecciones de liquidez, el haber podido evitar caer en la crisis financiera ha eliminado el riego de que se produzca una espiral de salarios y precios que habría surgido de lo contrario.

Sin embargo, la inflación va en aumento, y no es de sorprender que aparezca en los titulares noticiosos. Esto refleja tres procesos que han estado ocurriendo. Primero, por el momento al menos, el mundo ha alcanzado los límites de sus recursos, y estamos viendo un cambio en los precios relativos a medida que la economía global responde de manera correspondiente, al hacer más baratos el trabajo y el capital y hacer más costoso el petróleo y otros recursos. El resultado de este cambio relativo es la inflación anunciada.

En segundo lugar, dentro de los Estados Unidos el regreso del dólar a su valor de equilibrio está creando inflación de los precios de las importaciones. Los costos para los consumidores estadounidenses están aumentando y los hace sentir más pobres, no porque se hayan vuelto más pobres, sino porque el patrón previo de desequilibrios globales exageraba su riqueza. El retorno global a un equilibrio es doloroso para los consumidores estadounidenses, y se revela como una mayor inflación anunciada. Pero responder combatiendo la inflación dentro de los Estados Unidos sería enormemente inadecuado: sería mucho más penoso para los consumidores estadounidenses y no tendría objeto alguno.

Finalmente, como han argumentado los economistas Adam Posen y Arvind Subramanian. "La búsqueda unilateral de China de objetivos mercantilistas produce inflación y sobrecalentamiento en el país". Sin embargo, "los esfuerzos estadounidenses de lograr que China renuncie a estos objetivos suena hipócrita cuando Estados Unidos mismo parece estar optando por un exceso de estímulo... Si el Banco Popular chino y la Fed aplicaran medidas más estrictas en coordinación con la mayoría de los bancos centrales, se silenciaría la mayor parte de las inquietudes locales chinas acerca de la depreciación competitiva".

La política de China de aplicar subsidios a las exportaciones a través de la manipulación de la moneda estaba condenada a convertirse en insostenible en el largo plazo, porque tarde o temprano generaría una importante inflación local. Ahora está generando también importantes problemas para los países en desarrollo, ya que la economía de China los supera en la competencia por recursos. Sin embargo, es políticamente imposible para el Gobierno chino alterar su política de tipo de cambio bajo presión y sin algún tipo de "concesión" por parte de los Estados Unidos, y un giro más estricto a la política monetaria estadounidense se podría hacer pasar como una "concesión".

Sin embargo, esto no pone el foco sobre lo que debería ser el tema de discusión: en estos momentos un mayor empleo en EE.UU. no es una meta adecuada para estabilizar el producto estadounidense y ofrece pocos beneficios, si es que ofrece alguno, para estabilizar los precios de Estados Unidos Y tampoco es que el que este país reduzca las importaciones más rápidamente resulte beneficioso para ninguna economía en desarrollo orientada a las exportaciones, incluida China.

Copyright: Project Syndicate, 2008 www.project-syndicate.org

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