martes, 30 de septiembre de 2008

¿La muerte del Capitalismo?: Falso.

Dos o tres generaciones no han sufrido una crisis económica de alcance mundial, como la vivida al inicio de la década de los 30. Mi generación ni tan siquiera recuerda la crisis de la deuda, sufrida por los países de América Latina a inicios de los ochenta. ¿Tiene la crisis actual alguna significancia particular?: sí, es una crisis de exceso de mercado, que será, como otras, resuelta con más Estado. ¿Significa esto la muerte del capitalismo?: no, simplemente la llegada de un proceso de transformación profundo.
Luego de la crisis de 1929, surgió un nuevo pensamiento que estaba basado en un concepto radicalmente nuevo, como lo es la idea de una política económica discrecional, una vuelta atrás en la pretendida idea de que los mercados se auto regulan. Este nuevo pensamiento tuvo como base la idea de JM Keynes de que la depresión, la caída en el nivel de actividad económica y el creciente desempleo, se pueden resolver con la intervención del Estado, a través de un mayor gasto público y la inyección de dinamismo a la demanda agregada.
Sin embargo, las ideas tiene ciclos y esta idea en particular fue vencida por el monetarismo de Friedman y la base política del neoliberalismo, donde el mercado se sacude de las ataduras que le impone el Estado y empieza un proceso de liberalización paulatino. Los impuestos empiezan a bajar, las economías compiten según el menor costo tributario para las empresas y la desregulación es un bien preciado en la competencia entre naciones.
El momento cumbre de esta nueva fase es la llegada al poder de los halcones repúblicanos, que, bajo la lógica reaganomica, reducen los impuestos a las empresas, pero introducen un gasto militar record, que socava las bases de la competitividad de la superpotencia. El déficit fiscal record le impide al Gobierno de los Estados Unidos invertir en su infraestructura, recuperar sus carreteras y dinamizar su economía. Los puentes empiezan a caer y la economía se prepara para tambalearse.
Cuando la crisis de las hipotecas de alto riesgo empieza a resonar, el gasto público estadounidense no aparece para compensar los vaivenes del gasto privado, así queda abierta la puerta para la recesión. Cuando la epidemia ataca, los primeros en caer son los más débiles, en este caso fueron los bancos.
Entonces, ¿qué va a pasar ahora?. Pues es muy probable que la economía de un giro hacia el Estado, donde la política económica discrecional y activa será la tónica. En este contexto las nuevas potencias adquirirán más fuerza, pues tendrán recursos para inyectarle a sus economías a través de una mayor inversión pública, recursos que en muchos casos vendrán del petróleo y de otras materias primas. La aventura militar de los Estados Unidos en medio oriente deberá acabar, volviendo su mirada y sus recursos hacia su maltrecha economía. Es un momento de oro para impulsar una economía más verde y reducir los costos de la energía con el impulso público a la inversión en nuevas fuentes, con energía producida localmente y que sea renovable.
El capitalismo no morirá, sino que en su dinámica habrá una mayor participación del Estado, tal y como en los tiempos del "New Deal". Ese nuevo trato será llevado adelante por una nueva visión política, seamos optimistas y digamos que sí se puede.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Lecciones por aprender de una crisis

Lo que ha estado sucediendo en estos en los mercados financieros mundiales, particularmente en los Estados Unidos, nos debe llevar a las siguientes reflexiones para nuestro país:
1. No todo el mundo es sujeto de crédito y no siempre basta que la gente tenga una garantía que responda por un préstamo. Cuando la crisis "sub prime" se inició, todo los créditos estaban respaldados con casas, pero los bancos no son agencias inmobiliarias y eso no se debe perder de vista.
2. En el mundo financiero una mayor rentabilidad implica necesariamente mayor riesgo. En Costa Rica parece que eso no lo tiene claro los bancos, al prestar a manos llenas para consumo y para compra de vehículos, créditos más rentables pero mucho más riesgosos. Un banco estatal cuya animada publicidad se centró en el garrotazo que "le dan" a la gente otros bancos y financieras, estaba prestando a una tasa del 30% en una línea especial de crédito para consumo. Eso no ayuda al país, sobre todo si por prestar a algún tico, no le prestan a una empresa para que reinvierta en su empresa y aumente su producción.
3. Si me concentro en prestar para consumo, por razones de rentabilidad, el ahorro de la gente no sirve para crear riqueza, que se supone sirve para repagar los créditos a futuro. En ese caso estamos corriendo el riesgo que ante un cambio en los ingresos de la gente, ésta no pague los créditos y los bancos acumulen deudas terribles. Las deudas bancarias muy altas lleven a la iliquidez, a la insolvencia y a las crisis económicas.
4. Las tarjetas de crédito, los créditos para vehículos y los créditos para vivienda con esquemas de facilidad de pago (tasa fija los primeros años o cosas así por el estilo), deberían tener una regulación especial y una supervisión prudencial muy cuidadosa. La tarjeta de crédito por ejemplo, no se la deberían dar en principio a alguien sin trabajo (que aunque ustedes no lo crean, conozco gente desempleada a la que le han ofrecido tarjeta), y no la deberían recibir personas con ingresos menores a los $1000 por mes. Además, solo deberían servir para compras que se limiten a un porcentaje X de los ingresos comprobados de las personas (40%, por ejemplo). Flaco favor le hacen a una persona que gana ¢300.000 por mes, cuando le dan una tarjeta con un límite de crédito de $3000.
5. Las calificadoras de riesgo no están ahí para cumplir con el requisito y regalar las calificaciones de "AAA" (no digo quien, pero por ahí anda alguien en esas en este país). La calificación es una cosa seria, que representa la posibilidad de pago de la obligación financiera, así como el riesgo asumido por el inversionista. Nuestros bancos deberían ser más serios y someterse a calificaciones de riesgo en entidades extranjeras, que los comparen con sus bancos pares en otras partes del mundo.
Ojalá esto que está pasando nos lleve a la reflexión y a aprender de las experiencias de otros.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Cambio de Rumbo Urgente

Quisiera reiterar un tema que he tocado ya en otras ocasiones: la urgente necesidad de cambiar el rumbo de la política monetaria en nuestro país. O sea, un cambio en la cabeza del Banco Central, que se vaya Francisco de Paula Gutiérrez y que llegue otra persona que recupere la credibilidad del Banco Central como institución y como responsable del control de la inflación.

Mientras "Guti" permanezca al frente del Banco Central, todos nosotros seguiremos pagando la cara factura de un pésimo manejo en el control de la inflación. Don Francisco no ha sabido aprovechar los espacios creados para mejorar el combate contra la inflación y sigue defendiendo a un sector financiero que es por mucho causante de estos problemas.

¿Cómo puede Guti despreciar el aumento en el índice de precios al productor industrial, que es considerado como uno de los mejores indicadores adelantados de lo que sucederá con los precios domésticos? Eso es una muestra más de su extravío y de su falta de entendimiento del fenómeno inflacionario interno. Es muy fácil echarle la culpa a los precios externos de los problemas de inflación, cuando saben que esto no explica todo. (http://www.nacion.com/ln_ee/2008/septiembre/03/economia1686139.html)

Si son ciertos los rumores sobre la renuncia de "Guti", que el presidente al parecer no aceptó, lo único que podemos hacer es pedirle a don Oscar Arias que ese cambio urgente se haga rápido y que se nombre a una persona que haga todo el esfuerzo posible por atender el problema de la inflación de forma rápida. Mientras no sea así, todos seguiremos padeciendo por esos malos manejos y las ocurrencias del actual presidente del Banco Central.

martes, 2 de septiembre de 2008

¿Es la inflación la batalla correcta?

J. Bradford DeLong

Es profesor de Economía en la Universidad de California, en Berkeley, y ha ocupado el cargo de secretario asistente del Tesoro de los Estados Unidos

BERKELEY – La Reserva Federal y otros bancos centrales están sufriendo presiones desde dos direcciones estos días: desde la izquierda, reciben presiones de hacer algo para expandir la demanda y mantener bajo el desempleo global; desde la derecha, los presionan para contraer la demanda y así poner rienda a la inflación.

Se trata de una situación que llama a que ocurran problemas, ya que uno de los dos diagnósticos debe de estar equivocado. Si los bancos centrales del mundo elevan los tipos de interés mientras el problema principal es una demanda global insuficiente, pueden causar una depresión. Si no elevan los tipos de interés cuando el problema principal es la inflación, pueden causar alzas en los precios, aumentando las expectativas inflacionarias y una terca espiral de precios y salarios como la de los años 70, que se puede detener sólo con una depresión posterior más profunda.

Creo que la izquierda está en lo correcto –esta vez– en el núcleo noratlántico postindustrial de la economía global. Las cifras inflacionarias anunciadas son el único indicador de que el aumento de la inflación es un problema, o incluso una realidad. El índice de Costo del Empleo Estadounidense y otros indicadores de salarios nominales de los países desarrollados no muestran una aceleración del cambio. Y las medidas de "inflación dura" tampoco muestran signos de acelerar la inflación.

Estados Unidos vive una crisis financiera causada por las pérdidas hipotecarias que, con una política monetaria ordinaria, generaría una depresión o una grave recesión. En tiempos normales, la respuesta de la Reserva Federal –un estímulo extremadamente monetario– sería altamente inflacionaria. Pero estos no son tiempos normales. De hecho, la política monetaria de la Reserva Federal no ha sido suficiente para evitar una recesión en EE.UU., aunque la ha mantenido en un estado tan moderado que muchos dudan si pude calificarse como una bestia real.

La respuesta del Banco Central Europeo ha sido análoga a la de la Fed, pero menos forzosa, con una política monetaria más laxa de lo que se podría pensar que es apropiado considerando el índice de inflación anunciada. Y, también en Europa Occidental, ahora el PGB está disminuyendo.
En pocas palabras, los principales bancos centrales del Atlántico han respondido a la crisis financiera, pero no han sobrerreaccionado. Incluso con sus inyecciones de liquidez, el haber podido evitar caer en la crisis financiera ha eliminado el riego de que se produzca una espiral de salarios y precios que habría surgido de lo contrario.

Sin embargo, la inflación va en aumento, y no es de sorprender que aparezca en los titulares noticiosos. Esto refleja tres procesos que han estado ocurriendo. Primero, por el momento al menos, el mundo ha alcanzado los límites de sus recursos, y estamos viendo un cambio en los precios relativos a medida que la economía global responde de manera correspondiente, al hacer más baratos el trabajo y el capital y hacer más costoso el petróleo y otros recursos. El resultado de este cambio relativo es la inflación anunciada.

En segundo lugar, dentro de los Estados Unidos el regreso del dólar a su valor de equilibrio está creando inflación de los precios de las importaciones. Los costos para los consumidores estadounidenses están aumentando y los hace sentir más pobres, no porque se hayan vuelto más pobres, sino porque el patrón previo de desequilibrios globales exageraba su riqueza. El retorno global a un equilibrio es doloroso para los consumidores estadounidenses, y se revela como una mayor inflación anunciada. Pero responder combatiendo la inflación dentro de los Estados Unidos sería enormemente inadecuado: sería mucho más penoso para los consumidores estadounidenses y no tendría objeto alguno.

Finalmente, como han argumentado los economistas Adam Posen y Arvind Subramanian. "La búsqueda unilateral de China de objetivos mercantilistas produce inflación y sobrecalentamiento en el país". Sin embargo, "los esfuerzos estadounidenses de lograr que China renuncie a estos objetivos suena hipócrita cuando Estados Unidos mismo parece estar optando por un exceso de estímulo... Si el Banco Popular chino y la Fed aplicaran medidas más estrictas en coordinación con la mayoría de los bancos centrales, se silenciaría la mayor parte de las inquietudes locales chinas acerca de la depreciación competitiva".

La política de China de aplicar subsidios a las exportaciones a través de la manipulación de la moneda estaba condenada a convertirse en insostenible en el largo plazo, porque tarde o temprano generaría una importante inflación local. Ahora está generando también importantes problemas para los países en desarrollo, ya que la economía de China los supera en la competencia por recursos. Sin embargo, es políticamente imposible para el Gobierno chino alterar su política de tipo de cambio bajo presión y sin algún tipo de "concesión" por parte de los Estados Unidos, y un giro más estricto a la política monetaria estadounidense se podría hacer pasar como una "concesión".

Sin embargo, esto no pone el foco sobre lo que debería ser el tema de discusión: en estos momentos un mayor empleo en EE.UU. no es una meta adecuada para estabilizar el producto estadounidense y ofrece pocos beneficios, si es que ofrece alguno, para estabilizar los precios de Estados Unidos Y tampoco es que el que este país reduzca las importaciones más rápidamente resulte beneficioso para ninguna economía en desarrollo orientada a las exportaciones, incluida China.

Copyright: Project Syndicate, 2008 www.project-syndicate.org