jueves, 23 de abril de 2009

Antropofagia bancaria

Alvaro Madrigal
Publicado en el diario La República, 23 de abril de 2009.
El Indice Mensual de Actividad Económica (IMAE) advierte el desplome de la economía nacional y preludia lo que va a ocurrir en el empleo una vez que la anemia desborde los ámbitos de las empresas instaladas en las zonas francas, que han sido sus primeras víctimas. Su pequeña participación en la generación de empleo explica por qué la desocupación no ha explosionado, como sí ocurrirá cuando se desplome un sinnúmero de pequeñas y medianas empresas apaleadas por la crisis y sumidas en el desamparo, porque ni el Estado ni sus bancos han llegado a prestarles oportuno y suficiente auxilio.
En las arcas bancarias hay dinero en abundancia, pero restricciones de diverso origen impiden prestarlo. La única opción son las operaciones “back to back”, versión carente de todo sentido de solidaridad y servicio social y que implica —vaya ironía— que sea la empresa sedienta de plata la que le dé al banquero los recursos que le va a prestar. Pero, ¿cuántas pequeñas y medianas empresas pueden hacerlo? Es esta una versión más de la vieja “ley del embudo” tan lucrativa para algunos y que está, también, tras la propuesta de los bancos privados para que se les entreguen los recursos provenientes del préstamo del BID por $500 millones y que en el fondo implica que el país se endeude para capitalizar a estos bancos.
Si el Banco Central no flexibiliza su política monetaria y si no se adaptan a la realidad existente las regulaciones del crédito bancario, probablemente se agrave la crisis económica y social, ya con dimensiones de peligro público. Sería esta una eventualidad que desnudaría las debilidades del “Plan Escudo” con que el gobierno pretende encarar las consecuencias de la crisis, que no contiene las medidas idóneas para responder a los problemas que se avecinan ni para proteger a los sectores de la población más vulnerables. Ni siquiera está acompañado de la presión del Presidente de la República para hacer que el sector bancario modifique la política monetaria y crediticia, voluntad que sí hizo manifiesta a la hora de bendecir las reformas a la legislación laboral para relajar el régimen regulador de las jornadas laborales, su pago y los días de descanso, versión que reparte las secuelas de la crisis sin sentido de equidad: don Oscar vota por otras jornadas de trabajo, ingresos y tratamientos de la cesantía, pero nada dice de que lo que el capital deba aportar como contrapartida.
Si lo que impide al Presidente hacer que se modifique la política monetaria y crediticia es un prurito de no tocar al Banco Central, el tema a discutir son las potestades del instituto emisor: es un ente autónomo o es una república independiente. Prácticamente el instituto emisor gobierna el país, impone sus criterios y deja en el aire el pensamiento del Presidente de la República que avaló una mayoría de ciudadanos en una consulta popular. Resultaría que siete ciudadanos no electos por el pueblo podrían soterrar una propuesta de gobierno, una visión de país, un modelo de política social simplemente porque ellos (Banco Central) tienen “argumentos técnicos” para hacerlo, según decir de Francisco de Paula Gutiérrez en la revista “Poder”. Más si nos amarraron a compromisos con el Fondo Monetario Internacional, muy a tono con el desacreditado Consenso de Washington.

martes, 21 de abril de 2009

Don Oscar: usted tiene razón

No queremos con este post sacar banderas para apoyar a nadie, ni ser apologistas de ninguna persona, sobre todo si ésta es un político, pero sí nos parece importante decir las cosas como son.
Cuando el presidente Arias pide a los bancos que bajen las tasas de interés tiene la razón, nos parece auténtica su congoja: el país se cae en pedazos, el sector productivo sufre el peor golpe en 30 años y nadie hace nada. Pero también tienen razón los presidentes de los bancos estatales, ellos no tienen la culpa. Compiten contra alguien con quien no deberían competir, con una entidad que no debería ser un obstáculo, sino un medio para alcanzar ciertos fines de la sociedad. Los bancos compiten contra el Banco Central y el Banco Central les está marcando la cancha, jugando a un juego que no está sobre la mesa en este momento.
La actuación del Banco Central es como preocuparse de una tormenta con granizo en medio del mes de febrero: sacaron la capa y el paraguas, pero a todos nos quema el sol. El Banco sigue en su enorme obstinación persiguiendo a un fantasma, a una inflación que no existe, un problema que no vivimos. Mientras el Banco Central mantiene las condiciones inapropiadas para una recuperación económica, mucha gente pierde su trabajo, en una espiral negativa que no percibimos porque el INEC solo calcula el desempleo una vez al año (relajo mayúsculo). Cuando podamos visualizar el fenómeno, solo podremos ver el desastre que dejó esta postura tan ortodoxa e inadecuada del Banco Central y muy seguramente don Guti se "quitará el tiro" echándole la culpa a la crisis.
Don Oscar: estamos con usted en este punto, tiene usted razón de pedir una disminución de tasas para reactivar la economía de este país y sacarnos del estancamiento en que estamos, cada vez más evidente, pero creemos que se equivoca al pedírsela a los banqueros. Sin afán de defender a estos últimos, el frío no está en las cobijas, el del problema es otro. Ya es hora de acabar con los mensajes indirectos de la Presidencia hacia el Banco Central y ser más contundentes, para eso a Francisco de Paula Gutiérrez lo puso usted ahí y así mismo lo puede quitar. Hay que hacer algo ya y sin dilaciones, porque no se está haciendo nada y la corriente nos lleva río abajo, remontar eso luego será difícil y la caída es muy profunda.
Don Oscar: hay que darle un golpe al timón, si los que están no se mueven, éstos no pueden seguir. El daño que le hacen al país es muy grande. Estamos de acuerdo con su preocupación, pero no podemos dejar esto a la espera de que alguien reaccione.
Finalmente, sobre este tema y sobre el tema de la crisis, cerramos con esta reflexión:
Había una vez cuatro individuos, TODOS, ALGUIEN, NADIE y CUALQUIERA.
Siempre que había un trabajo importante que hacer, TODOS estaba seguro de que ALGUIEN lo haría.
CUALQUIERA podía haberlo hecho pero NADIE lo hizo.
Cuando NADIE lo hizo ALGUIEN se puso nervioso, porque TODOS tenía el deber de hacerlo.
Al final TODOS culpó a ALGUIEN cuando NADIE hizo lo que CUALQUIERA podría haber hecho.