NUEVA YORK – La recesión global que hoy está en marcha es el resultado no sólo de un pánico financiero, sino también de una incertidumbre más elemental sobre la futura dirección de la economía mundial. Los consumidores están cancelando compras de casas y automóviles no solo porque sufrieron un golpe a su riqueza tras la caída de los precios de las acciones y el valor de sus viviendas, sino también porque no saben a dónde recurrir. ¿Deberían arriesgarse a comprar un auto nuevo cuando los precios del combustible podrían volver a subir? ¿Podrán poner comida en la mesa después de la aterradora subida de los precios de los alimentos de este año?
Las decisiones sobre las inversiones comerciales son aún más sombrías. Las empresas rehúsan invertir en un momento en que la demanda de los consumidores se está desplomando y enfrentan sanciones por riesgo sin precedentes por sus costos de préstamo. También enfrentan enormes incertidumbres. ¿Qué tipo de centrales eléctricas serán aceptables en el futuro? ¿Se les permitirá emitir dióxido de carbono como en el pasado? ¿Estados Unidos puede todavía permitirse un estilo de vida suburbano, con casas expandidas en amplias comunidades que exigen realizar largos trayectos en automóvil?
En gran medida, la recuperación económica dependerá de una sensación mucho más clara sobre la dirección del futuro cambio económico. Esa es básicamente tarea del gobierno. Después del liderazgo confuso y equivocado de la administración Bush, que no marcó un sendero claro para las políticas de energía, salud, climáticas y financieras, el presidente electo Barack Obama tendrá que empezar a trazar un curso que defina la futura dirección de la economía norteamericana.
Estados Unidos no es la única economía en esta ecuación. Necesitamos una visión global de recuperación sustentable que incluya el liderazgo de China, India, Europa, América latina y sí, incluso de África, durante mucho tiempo marginada de la economía mundial, pero una parte importante de ella hoy.
Hay unos pocos puntos claros en medio de las grandes incertidumbres y confusiones. Primero, Estados Unidos no puede seguir pidiéndole dinero prestado al resto del mundo como lo ha estado haciendo en los últimos ocho años. Las exportaciones netas de Estados Unidos tendrán que aumentar, lo que implica que las exportaciones netas de China, Japón y otros países con excedentes comerciales, en consecuencia, disminuirán. Los ajustes necesarios representan una oscilación de déficit a equilibrio de un volumen considerable de alrededor de 700.000 millones de dólares en la cuenta corriente estadounidense, o cerca del 5% del PBI de Estados Unidos.
El excedente comercial de China podría reducirse en la mitad de esa cantidad (con recortes en los excedentes comerciales que también afectarían a otras regiones globales), lo que representa un viraje en el PBI chino de las exportaciones netas a la demanda interna equivalente a entre el 5% y el 10% del PBI de China. Afortunadamente, China está promoviendo una importante expansión doméstica.
Segundo, la caída en el consumo norteamericano también debería ser compensada en parte por un incremento en la inversión estadounidense. Sin embargo, las empresas privadas no aumentarán la inversión a menos que exista una dirección clara para la economía. Obama hizo hincapié en la necesidad de una “recuperación verde”, es decir, una recuperación basada en tecnologías sustentables, no simplemente en gasto de consumo.
Se debería reequipar a la industria automotriz norteamericana para que fabrique automóviles con bajas emisiones de carbono, ya sea híbridos eléctricos o vehículos con batería. Cualquiera de las dos tecnologías dependerá de un sistema eléctrico nacional que utilice formas de generación eléctrica con bajas emisiones, como plantas eólicas, solares, nucleares o alimentadas con carbón que capturan y almacenan las emisiones de dióxido de carbono. Todas estas tecnologías exigirán una financiación pública junto con inversión privada.
Tercero, la recuperación estadounidense no será creíble a menos que también exista una estrategia para volver a poner en orden las propias finanzas del Gobierno. La idea de política económica de George W. Bush fue recortar tres veces los impuestos al mismo tiempo que alentó el gasto en la guerra. El resultado es un gigantesco déficit presupuestario, que se expandirá hasta alcanzar proporciones gigantescas en el próximo año (quizás 1 billón de dólares) bajo el peso adicional de la recesión, los rescates bancarios y las medidas de estímulo fiscal de corto plazo.
Obama necesitará poner en marcha un plan fiscal a mediano plazo que restablezca las finanzas gubernamentales. Esto incluirá poner fin a la guerra en Iraq, aumentarles los impuestos a los ricos y también implementar en fases y de manera gradual nuevos impuestos al consumo. Estados Unidos actualmente recauda la proporción más baja de impuestos a los ingresos nacionales entre los países ricos. Esto tendrá que cambiar.
Cuarto, las regiones pobres del mundo tendrán que ser vistas como oportunidades de inversión, no como amenazas o lugares que deban ser ignorados. En un momento en que las principales compañías de infraestructura de Estados Unidos, Europa y Japón tendrán una capacidad ociosa considerable, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones, el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos, el Banco Africano de Desarrollo y otros fondos de inversión pública deberían financiar un gasto en infraestructura a gran escala en África, para construir caminos, centrales eléctricas, puertos y sistemas de telecomunicaciones.
Siempre que los préstamos sean a largo plazo y conlleven una tasa de interés modesta (digamos, préstamos en dólares a 25 años a un 5% anual), los países receptores podrían saldar los préstamos gracias al importante estímulo en los ingresos que resultaría en el transcurso de una generación. Los beneficios serían extraordinarios, tanto para África como para los países ricos, que volverían a poner a trabajar a sus empresas y trabajadores calificados. Este tipo de créditos, por supuesto, exigiría una iniciativa global importante, en un momento en que ni siquiera las empresas de primera línea pueden pedir prestado por una noche, muchos menos por 25 años.
En los ciclos comerciales característicos, por lo general se deja que los países gestionen la recuperación, esencialmente, por cuenta propia. Esta vez necesitaremos de la cooperación global. La recuperación demandará importantes cambios en los equilibrios comerciales, las tecnologías y los presupuestos públicos.
Estos cambios a gran escala tendrán que ser coordinados, al menos de manera informal, si no ajustadamente, entre las economías principales. Cada una debería entender las direcciones básicas del cambio que serán necesarias a nivel nacional y global, y todas las naciones deben intervenir en la utilización de nuevas tecnologías sustentables y la cofinanciación de responsabilidades globales, como mayores inversiones en infraestructura africana.
Hemos llegado a un momento en la historia en que el liderazgo político global cooperativo es más importante que nunca. Afortunadamente, Estados Unidos ha dado un paso gigantesco hacia adelante con la elección de Obama. Ahora es momento de entrar en acción.
Las decisiones sobre las inversiones comerciales son aún más sombrías. Las empresas rehúsan invertir en un momento en que la demanda de los consumidores se está desplomando y enfrentan sanciones por riesgo sin precedentes por sus costos de préstamo. También enfrentan enormes incertidumbres. ¿Qué tipo de centrales eléctricas serán aceptables en el futuro? ¿Se les permitirá emitir dióxido de carbono como en el pasado? ¿Estados Unidos puede todavía permitirse un estilo de vida suburbano, con casas expandidas en amplias comunidades que exigen realizar largos trayectos en automóvil?
En gran medida, la recuperación económica dependerá de una sensación mucho más clara sobre la dirección del futuro cambio económico. Esa es básicamente tarea del gobierno. Después del liderazgo confuso y equivocado de la administración Bush, que no marcó un sendero claro para las políticas de energía, salud, climáticas y financieras, el presidente electo Barack Obama tendrá que empezar a trazar un curso que defina la futura dirección de la economía norteamericana.
Estados Unidos no es la única economía en esta ecuación. Necesitamos una visión global de recuperación sustentable que incluya el liderazgo de China, India, Europa, América latina y sí, incluso de África, durante mucho tiempo marginada de la economía mundial, pero una parte importante de ella hoy.
Hay unos pocos puntos claros en medio de las grandes incertidumbres y confusiones. Primero, Estados Unidos no puede seguir pidiéndole dinero prestado al resto del mundo como lo ha estado haciendo en los últimos ocho años. Las exportaciones netas de Estados Unidos tendrán que aumentar, lo que implica que las exportaciones netas de China, Japón y otros países con excedentes comerciales, en consecuencia, disminuirán. Los ajustes necesarios representan una oscilación de déficit a equilibrio de un volumen considerable de alrededor de 700.000 millones de dólares en la cuenta corriente estadounidense, o cerca del 5% del PBI de Estados Unidos.
El excedente comercial de China podría reducirse en la mitad de esa cantidad (con recortes en los excedentes comerciales que también afectarían a otras regiones globales), lo que representa un viraje en el PBI chino de las exportaciones netas a la demanda interna equivalente a entre el 5% y el 10% del PBI de China. Afortunadamente, China está promoviendo una importante expansión doméstica.
Segundo, la caída en el consumo norteamericano también debería ser compensada en parte por un incremento en la inversión estadounidense. Sin embargo, las empresas privadas no aumentarán la inversión a menos que exista una dirección clara para la economía. Obama hizo hincapié en la necesidad de una “recuperación verde”, es decir, una recuperación basada en tecnologías sustentables, no simplemente en gasto de consumo.
Se debería reequipar a la industria automotriz norteamericana para que fabrique automóviles con bajas emisiones de carbono, ya sea híbridos eléctricos o vehículos con batería. Cualquiera de las dos tecnologías dependerá de un sistema eléctrico nacional que utilice formas de generación eléctrica con bajas emisiones, como plantas eólicas, solares, nucleares o alimentadas con carbón que capturan y almacenan las emisiones de dióxido de carbono. Todas estas tecnologías exigirán una financiación pública junto con inversión privada.
Tercero, la recuperación estadounidense no será creíble a menos que también exista una estrategia para volver a poner en orden las propias finanzas del Gobierno. La idea de política económica de George W. Bush fue recortar tres veces los impuestos al mismo tiempo que alentó el gasto en la guerra. El resultado es un gigantesco déficit presupuestario, que se expandirá hasta alcanzar proporciones gigantescas en el próximo año (quizás 1 billón de dólares) bajo el peso adicional de la recesión, los rescates bancarios y las medidas de estímulo fiscal de corto plazo.
Obama necesitará poner en marcha un plan fiscal a mediano plazo que restablezca las finanzas gubernamentales. Esto incluirá poner fin a la guerra en Iraq, aumentarles los impuestos a los ricos y también implementar en fases y de manera gradual nuevos impuestos al consumo. Estados Unidos actualmente recauda la proporción más baja de impuestos a los ingresos nacionales entre los países ricos. Esto tendrá que cambiar.
Cuarto, las regiones pobres del mundo tendrán que ser vistas como oportunidades de inversión, no como amenazas o lugares que deban ser ignorados. En un momento en que las principales compañías de infraestructura de Estados Unidos, Europa y Japón tendrán una capacidad ociosa considerable, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones, el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos, el Banco Africano de Desarrollo y otros fondos de inversión pública deberían financiar un gasto en infraestructura a gran escala en África, para construir caminos, centrales eléctricas, puertos y sistemas de telecomunicaciones.
Siempre que los préstamos sean a largo plazo y conlleven una tasa de interés modesta (digamos, préstamos en dólares a 25 años a un 5% anual), los países receptores podrían saldar los préstamos gracias al importante estímulo en los ingresos que resultaría en el transcurso de una generación. Los beneficios serían extraordinarios, tanto para África como para los países ricos, que volverían a poner a trabajar a sus empresas y trabajadores calificados. Este tipo de créditos, por supuesto, exigiría una iniciativa global importante, en un momento en que ni siquiera las empresas de primera línea pueden pedir prestado por una noche, muchos menos por 25 años.
En los ciclos comerciales característicos, por lo general se deja que los países gestionen la recuperación, esencialmente, por cuenta propia. Esta vez necesitaremos de la cooperación global. La recuperación demandará importantes cambios en los equilibrios comerciales, las tecnologías y los presupuestos públicos.
Estos cambios a gran escala tendrán que ser coordinados, al menos de manera informal, si no ajustadamente, entre las economías principales. Cada una debería entender las direcciones básicas del cambio que serán necesarias a nivel nacional y global, y todas las naciones deben intervenir en la utilización de nuevas tecnologías sustentables y la cofinanciación de responsabilidades globales, como mayores inversiones en infraestructura africana.
Hemos llegado a un momento en la historia en que el liderazgo político global cooperativo es más importante que nunca. Afortunadamente, Estados Unidos ha dado un paso gigantesco hacia adelante con la elección de Obama. Ahora es momento de entrar en acción.
Jeffrey D. Sachs
Copyright: Project Syndicate, 2008 www.project-syndicate.org
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